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HISTORIA DE TERROR "ORISHA"

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Hace unos 16 años, mi tía y abuela de mi sobrina Ana, de apenas dos años se comenzó a involucrar en prácticas santeras y adoraciones a los dioses Yorubas, al principio por curiosidad y luego como algo bastante serio, las doctrinas de estas creencias las seguía al pie de la letra. Ella comenzó su propio centro de adoración en su casa en el cual involucró a sus hermanos, cuñadas e incluso mi papá también fue a dar con ella haciendo rituales y ceremonias en donde se adoraba a los orishas y sus sincretismos. Ellos también asistían a un centro con un Babalawo muy poderoso y acertado, durante un tiempo las cosas para ellos fueron prosperas.

La desgracia llegó un día, sin previo aviso la nieta menor y la mas consentida de la familia cayó enferma, envuelta en fiebres y padecimientos extraños que poco a poco fueron minando su salud hasta ponerla en riesgo de perder la vida. Dejo de comer repentinamente por lo que era alimentada por una sonda, su cuerpo comenzó a adelgazarse de manera dramática y al cargarla no podía ni siquiera mantener la cabeza erguida, el cuerpo se sentía hecho de trapo, débil y muy enfermo. Sobra decir que fue llevada a innumerables especialistas los cuales no pudieron hallar la causa de la enfermedad.

Como último recurso y desesperados la llevaron con el Babalawo de la congregación a la que asistían; pero al llegar fueron informados que este había salido en un viaje hacia Cuba y que no regresaría en meses; pero que si se daban prisa podrían alcanzarlo en el aeropuerto. Así que corrieron para alcanzarlo. Mi primo al llegar se estacionó cerca de los accesos a aerolíneas, tanto mi prima como mi tía se bajaron corriendo dejando a mi sobrina y a mi primo esperando. Pretendían correr por las salas de espera y buscar afanosamente al hombre, no seria difícil de encontrar; era moreno y siempre vestía de blanco con un gorro en la cabeza y cubierto de ilekes.

No habían avanzado unos pasos y antes de entrar al aeropuerto el Babalawo apareció ante ellas con su imponente presencia y las miró con desdén. Se sorprendieron de que fuera a su encuentro ya que no le habían avisado, no tenia celular y no habían hablado previamente con él.

–Ya sé a que han venido y es bastante grave lo que trae la niña. ¬–Repuso el santero.

Luego de decir esto se dirigió a la camioneta y revisó a la niña, su rostro era de preocupación y sin rodeos les dijo que la niña tenía un embrujo. Que el salvarla requería de una magia muy poderosa y ancestral, ya que el mal que tenia impuesto era así. No iba a ser sencillo, ni barato. Tenían que buscar a otro Babalawo más poderoso y con más tiempo dominando el oráculo de Ifa. Ellos sin pensar dijeron que si y el hombre les dio un listado de cosas que tenían que comprar y llevar a un lugar que él les indicaría, todo debía hacerse esa misma noche.

Así, se fueron en busca en una casa en donde vivía un alto sacerdote de Orula. Fueron recibidos por gente con aspecto amable y vestidos de blanco, la casa no era lujosa; pero tenía muchos elementos de la santería, así como altares a los orishas mas importantes. Llevaban todo lo de la lista que fue complicado conseguir y a la niña que iba ya sin fuerzas.

Las personas los condujeron sin decirles nada a una sala al fondo de la casa en donde el ambiente era extraño, iluminado con veladoras y un altar de deidades orishas de gran tamaño, decorado con telas de colores y una gran cantidad de frutas frescas. Al centro del salón había una mesa larga cubierta con mantel y sobre ella una gran cantidad de comida y bebidas de todos tipos, rodeado de sillas y muchas más recargadas en la pared.

Colocaron el frágil cuerpo de mi sobrina en el centro de la mesa y las personas se sentaron comenzando a orar en criollo antillano. Momentos después de entre las sombras surgió la figura de un Babalawo anciano, era de piel negra con unos ojos inexpresivos en un rostro igual de duro, cubierto de pies a cabeza con una vestimenta de manta blanca, cargando muchos ilekes de colores sobre el cuello. Caminaba lentamente en tanto le daba una calada a un enorme puro que llevaba en la mano.

Luego de observar a la niña, le preguntó a mi tía si habían llevado todo y esta le dio la bolsa con las cosas. Mientras las colocaba en el altar y las preparaba en pos del dios Changó, Yemaya, Eleguá y otros tantos; los ayudantes continuaban orando y haciendo círculos alrededor de mi sobrina. Luego de un rato el sacerdote volteó y le dio otra calada al puro, el humo lo arrojó en la humanidad del niña moribunda. Y empezó a orar de igual manera.

En unos instantes la niña se comenzó a convulsionar violentamente y luego se quedó en total quietud, lo siguiente fue lo más extraño que ellos vieron. Lentamente se incorporó y se paró en ambas piernas. Una niña que apenas podía respirar ahora estaba parada ante la mirada atónita de los padres y mi tía. Enseguida empezó a hacer una danza extraña, con una gracia muy singular, pasos precisos y cadencia. Como un baile gitano, la niña estaba en una especie de trance en el cual bailaba con lentitud.

Bailaba con la punta de sus pies que apenas si tocaban la mesa y la comida que estaba sobre ella. Lo más extraño es que mi sobrina apenas empezaba a caminar tenía 2 años cumplidos cuando comenzó todo el martirio. Mientras esto sucedía el Babalawo metió las cosas que habían llevado mis parientes en una maleta vieja, al terminar pronunció unas palabras y mi sobrina cayó debilitada sobre la mesa como si fuera un muñeco de trapo. Luego el sacerdote cerró la maleta y se la entregó a mi prima, diciéndole unas

palabras:

–En esta maleta está encerrado el mal que tu hija traía, debes dársela de comer al mar lo antes posible la diosa Yemaya cubrirá con su manto a tu niña y destruirá el espíritu inmundo que habitó en la piel de tu niña; pero debes de ser tu quien la arroje a lo profundo del mar y que se la coman las olas, pueden ayudarte; pero tú debes entrar en el mar. Si la maleta vuelve a la orilla el mal regresara y con más fuerza. Así que asegúrate que Yemaya la reciba.

Así, todos salieron de ese lugar con la niña en brazos y con la esperanza que mejoraría, la playa estaba a unas 3 horas de camino. Regresaron a la casa de mi tía y dejaron a la niña a su cuidado en tanto se iban para la costa; pero algo sucedió con el vehículo y no daba marcha, luego de varios intentos decidieron tomar un taxi a la central de autobuses y tomar uno. Tuvieron que esperar a que saliera una corrida y salieron ya de noche. Al llegar aún era de madrugada así que tomaron un taxi para la playa. Al estar ahí, sucedió algo inusual.

La maleta que al salir pesaba unos 15 kilos ahora pesaba notablemente, tanto que era imposible moverla unos centímetros sin un gran esfuerzo. Mi prima le pidió ayuda al maletero para que la subiera al taxi y este no pudo cargarla. Extrañado por sus inútiles intentos por subirla, le pidió ayuda a mi primo y luego de mucho esfuerzo lograron subirla. El taxi se hundió ante el peso inusual de la maleta. Cuando por fin llegaron fue la misma odisea para bajarla. Entre el taxista y mi primo la lograron bajar.

Estando a unos metros de la orilla, mi prima se preparó para llevar la maleta atendiendo a la advertencia del babalawo. Que solo ella podía hacerlo. Fueron varios minutos de esfuerzo arrastrando la maleta, solamente el amor de madre y la idea de salvar a su hija la hicieron sacar fuerzas para poder arrastrar y empujar la maleta hasta que llegó a la orilla y ahí pesó aun más. Con un último esfuerzo empujó la maleta entre las olas y poco a poco comenzó a flotar. Las olas hacían mas difícil el trabajo ya que en cada intento por llevarla a lo profundo, estas sacaban el objeto. Al ver que los esfuerzos eran inútiles mi prima pidió con toda la fé que podía a la diosa del mar que la ayudara.

Así llegó un oleaje que cubrió a mi prima y la maleta. fue tal la violencia de las olas que ella la soltó y pensando que regresaría a la orilla buscó por todos lados y desapareció entre la espuma de las olas embravecidas. Por fin se había cumplido la tarea. Mi prima salió exhausta y casi arrastrándose, mi primo la ayudó y le dijo que todo estaría bien por fin. Regresaron a su casa y al llegar mi sobrina estaba comiendo con desesperación y tenía otro semblante, ellos al ver esto lloraron y agradecieron por el favor concedido.

Nunca supieron que había pasado o quien había impuesto ese mal en la niña. Ella no volvió a enfermarse, sin embargo nunca se pudieron salir de ese ambiente y de esas creencias que son muy complejas y demandantes, el que entra en este circulo difícilmente puede salir. Aun en estos días siguen con sus prácticas santeras y les han sucedido muchas cosas extrañas a la familia; pero ese será motivo de otro relato.